Corría el año 2010, lejano a estas alturas, sobre todo para Muerto Está, que llevaba una vida totalmente dispar a la que luce actualmente.
Él, por entonces, vivía los jueves con una pasión desconocida dada su reciente jubilación
laboral. Pero no todo era felicidad nocturna y excesos alcohólicos en una vida
que comenzaba a ser legendaria, puesto que cada viernes tenía que rendir
cuentas a su esposa, y es que, Muerto Está padeció la lacra de la Liga del Amor
durante muchos años.
Pero hoy no nos vamos a parar en ninguno de esos jueves, ni ahondaremos
tampoco más en la vieja herida matrimonial de Muerto Está. Hoy, os vamos hablar
de un sábado madrileño que se antojaba estratosférico.
Era el frió febrero burgalés, y el veneno callejero costaba
ya ingerir por las gélidas tragaderas, así
que tanto Muerto Está como Wanchope, cogieron con agrado la idea de pasar un
fin de semana en Madrid por motivos familiares.
Los motivos familiares de Los Hijos de Vilchón, normalmente
acaban en lo mismo, bodega demencial, y en esta ocasión volvió a ocurrir. Así
que ese sábado salieron a la siempre inclasificable noche madrileña. Se juntaron a su primo (un
venerado elemento zapatillero por el que no pasan los años) y sus amigos.
La jornada nocturna estaba yendo por los senderos
autodestructivos esperados, con gloriosas rondas de Bitterones. E incluso
aparecieron grandiosas sorpresas, como una visita inesperada de Robertazar; y
otras menos sorpresivas, como opciones serias de visitar lugares de culto tales
como el Flowers.
Después de atacar con éxito unos cuantos bares nuestros
protagonistas se dieron cuenta de que faltaba algo a la noche, y eso no podía ser
otra cosa que las buscadas bonificaciones.
Muerto Está andaba
profundamente encadenado a su bodega y a la Liga del Amor esa noche, por lo que
ni barajo pecar en la Liga de la Infidelidad. Así que corrió hacia la barra a
por su vigésimo Colo-Coco. Allí vio a una dulce camarera con mirada lasciva y
escote generoso, a la que pidió el ansiado veneno. La conversación era la clásica
entre mujer-de-barra-nocturna y borrachón, hasta que llego la hora de que la
camarera diese vueltas al combinado de Muerto Está…
El por entonces Nº90, asediado por la locura extrema y el
amor que procesaba ya sobre ese cubata, la quito rápidamente de las manos el
vaso diciendo:
-“Tranquila, ya le doy vueltas yo”
Para sorpresa de la camarera y del resto del bar, Muerto
Está sacó su congrio a pasear y comenzó a dar vueltas con él a su Gyn-Tonic, con tal
mala suerte que la camarera asustada tenia pinganillo y llamo a los porteros.
Los seguratas demostraron no comprender la situación, al
igual que los problemas matemáticos que les llevaron a suspender la ESO, y
sacaron agarrando del pescuezo a Muerto Está, que pedía clemencia mientras se subía
los pantalones.
Con él salieron a la calle Wanchope y su primo, intentando
calmar los impetuosos ánimos violentos de un nuevo infra ser de puerta de bar. Después
de 5 peligrosos minutos, gracias a la labia de comercial de Muerto Está, a las
dotes de humorista de Wanchope y a la labrada experiencia de su primo consiguieron salir indemnes. No sin antes
haberle mostrado empatía con frases del estilo:
-“Tranquilo tío, que somos de la misma familia, yo también estado
en la cárcel”
Allí acabo la noche, puesto que esta historia les dejo sin
ganas hasta de visitar el Flowers.
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